Soñando, pensé que tendría que ser una ciudad donde funcionaran los servicios básicos, luz, agua, transporte público; pero también una ciudad que contara con lugares de esparcimiento para la ciudadanía, como teatros, parques, plazas, zoológicos; una ciudad que mantenga la identidad local y la proyecte en un mundo globalizado, su música, su comida, sus bailes; una ciudad limpia, con calles pulcras, en donde sus ciudadanos reciclen, una ciudad donde el gobernante municipal ejerza sus funciones dando seguimiento a lo hecho por la gestión anterior y en donde la gestión actual y futura se garantice; una ciudad en donde gobierno, universidad, empresa y sociedad civil organizada van de la mano en la ejecución de proyectos de interés social; guarderías para madres trabajadoras de bajos recursos, orfanatos para niños abandonados, casa hogar para madres abusadas, casa hogar para niños con problemas de adicción a drogas y alcohol, centros de rehabilitación para niños especiales con tecnología de avanzada, una ciudad pensada para el ciudadano y no para los vehículos, con calles peatonales y recuperación del patrimonio histórico.
En fin, una ciudad de ciudadanos que viven en bienestar y buscan su sostenibilidad. Al despertar, pensé que era bastante complicado conseguir tantas bondades en una sola ciudad, que quizás era una utopía para cualquier ciudad latinoamericana y que solo alguna ciudad de Estados Unidos o de Europa pudiera tener la mayoría de esas bondades, pero no todas. Tamaña sorpresa me llevé al visitar la ciudad de Loja, una de las principales ciudades del Ecuador, situada en la parte oriental de la Provincia de Loja, en el Sur de Ecuador, gracias a la invitación hecha a la Universidad Valle del Momboy (UVM) por la Universidad Técnica Particular de Loja (UTPL).
Fue una visita de una semana en donde cada día caminado, cada persona conocida, cada invitación hecha, me ratificaba que estaba en una ciudad creativa, como la que había soñado. Tuve la oportunidad de conocer de la mano de las autoridades la historia y lucha de la UTPL, y como se convirtió en una de las 100 universidades más importante de Latinoamérica, con un sistema de Educación a Distancia de primera y un compromiso con su entorno sólido; asimismo, conocí a la ciudad de la mano de sus autoridades municipales, visité sus más de cuatro parques naturales que se extiende por toda la ciudad, su zoológico, el centro de la ciudad, el que es peatonal y en donde es todo un reto encontrar algún vaso plástico o basura en el piso, conocí su sistema de reciclaje y planta de procesamiento de basura, que genera ingresos extras a la Alcaldía, puestos de empleo y que ha contado con el apoyo de grandes organizaciones internacional. Vi el trasporte público, que cuenta con unidades en perfecto estado, servicios de formación al conductor como ciudadano y paradas especiales para dichas unidades; de los propios Concejales, entre los que se encuentran jóvenes de 25 a 28 años, conocí sobre el crecimiento de la ciudad y su preocupación por el alumbrado público, el servicio óptimo de agua potable y la recuperación de espacios públicos.
De la mano de la primera dama, visitamos los orfanatos y la casa para niños con problema de adicción, la clínica popular del municipio, la guarderías para atender niños de madres trabajadoras, las tiendas para la venta de artesanía local y comercio justo para el artesano de la zona, la casa hogar para madres y mujeres abusadas y el geriátrico. Indudablemente un trabajo titánico, un gobierno municipal que funciona, una ciudad de ciudadanos atentos, cordiales, generosos, comprometidos con su ciudad; gente muy joven involucrada en las soluciones de los problemas de su calle, su ciudad, ejerciendo su derecho en los ámbitos que le ofrece la ley; una ciudad lugarizada orgullosa de su sabroso cuy, sus bailes, sus valles, sus parques. Fue realmente impresionante darme cuenta que la cuidad que creía utópica existía en Latinoamérica, más impresionante fue darme cuenta que el tamaño de la cuidad y su número de habitantes era muy parecido al de mi ciudad y que el presupuesto de la Alcaldía de Loja, no es mayor al presupuesto que maneja la Alcaldía de mi ciudad, y fue hasta algún punto frustrante aceptar que mi ciudad es la antítesis de Loja.
Pero algunas cosas me quedaron claras: el éxito de una ciudad no está en el presupuesto que maneja, sino en el compromiso de su gente; una ciudad creativa requiere de la incorporación del amor por lo local y el compromiso por una mejora continua, que la ciudad se creó para el bienestar de los ciudadanos que la habitan, que las ciudades deben ser habitadas por ciudadanos, que en Latinoamérica tenemos experiencias únicas que debemos conocer y divulgar y – finalmente- que tenemos que soñar más a menudo porque los sueños los puedes ver cristalizados en algún momento o lugar.
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